La política del hombre masa
En unos de los trabajos teóricos más
exhaustivos y brillantes al analizar los totalitarismos del Siglo XX una autora
planteaba:
"El
hombre masa, cuya principal característica [....] no es la brutalidad o el
retraso mental sino el aislamiento y la falta de vínculos normales". Hannah Arent, Les Origines du
totalitarisme. Le systéme totalitaire, 1951, Paría, Ed. du Seuil, 1972, p.
60-91 [Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza Ensayo, 2006].
Releyendo a Arent, se dispara
conceptualmente el problema de la Argentina y sus vínculos con el mundo, por un
lado, en razón de la problemática de la discontinuidad de sentirnos integrados
en un bloque de países de occidente; y, por otra parte, la rareza de los
gobiernos de establecer una construcción política desde el conflicto en vez de
la armonización.
En referencia a la dimensión internacional
de la Argentina, es incomprensible ver tanta falta de diagnóstico y prospectiva
a la hora de construir una racional política exterior. ¿Desde cuándo la
Argentina deja de ser parte de una tradición europea y latinoamericana para
ubicarse con países con extraños vínculos políticos y comerciales?
¿Cómo no ver la oportunidad histórica de
ser el proveedor de alimentos -en su fase agroindustrial- de un mundo que
duplicará su consumo? Una vez alcanzada la fase de exportación con valor
agregado, pensar en potenciar un nuevo paso hacia la ampliación industrial
consolidada. Esto para no caer en la paradoja que demuestra la historia
económica argentina: ningún modelo (sea
liberal exportador o sustitutivo nacional)
ha generado el desarrollo con inclusión que prometían.
Creo que al sistema agro-exportador se le
debe complementar - cada vez más - con una cadena de valor agregado y una
consciente direccionalidad de su rentabilidad a una industrialización en la
lógica del take off de la fase de la primera
industrialización inglesa – tema que despertará inquietudes pero que considero
es la única forma conocida del capitalismo de desarrollarse (si es que
queremos, por cierto, mantenernos dentro de este sistema, que sería válido
plantearse que no, o llegar por lo menos a bordear sus límites estructurales).
En relación a lo referente a la cuestión
de la falta de “los vínculos
normales” en una sociedad de masas en la argentina, me parece que la
maduración de la clase dirigente – oficialista y opositora- no ha llegado aún a
su punto exacto de mentalidad de elite política y social con conciencia de su responsabilidad
histórica y separada de las otras elites que como corporaciones defienden
intereses fuera de la voluntad popular roussoniana.
No existe un consenso, en los sectores del
trípode del progreso- la política, la burguesía nacional y los intelectuales-,
de articular y definir un modelo de desarrollo nacional y social de largo plazo
sin el basculante y pendular sentido de cambio cada ocho o diez años.
Aparecen en el horizonte proyectos – que
inspirados en el doble bicentenario- se acercan a un Pacto a la europea. Este
modelo – quizás trillado en la terminología de la politología y la política-
tiene el peligro de un desgaste en términos históricos: que la Argentina no
pueda ser un país normal y sustentable donde exista la inversión y el trabajo dados
por un desarrollo sano e integrador, donde el estado sea el articulador y el
garante de la confianza puesta en la representación política y social.
La tarea está pendiente. Quizás las nuevas
generaciones en término orteguistas y mamheinianos puedan tener – y llevar a
cabo – el desafío de los tiempos.
Juan Pablo Laporte, en un sábado de esta
existencia.
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