martes, 14 de agosto de 2012

Nuestra Dialéctica Sarmientina


         La formidable obra del ex Presidente Sarmiento es ponderada por el mundo académico e intelectual tanto en el País como el exterior. Sus ideas abarcaron la casi totalidad de la problemática epocal, con una profundidad que en el autodidacta se percibe una preocupación constante por los problemas del País. Sin embargo, su huella dejó una marca que separó y dividió por mucho tiempo al pensamiento político argentino: civilización o barbarie. Una dicotomía difícil de conciliar en una síntesis superadora que la trascienda. El “Maestro” del pensamiento, dejará a sus discípulos y detractores una problemática instalada en la historiografía y la historia de las ideas. El desafío está en superar desde el concepto de Encuentro Histórico esa separación que la Argentina tiene y pareciera le gusta tener: la maniquea forma de ver el pasado, el presente y el futuro. A mi entender los intentos de superación desde la generación del ´37, el positivismo, el revisionismo, la Nueva Escuela Histórica, los reformistas y la presente historiografía y la ciencia política no logran superar. Desde una formación politológica e historiográfica creo que el esfuerzo debe centrarse en presentar el rico linaje del pensamiento argentino en la búsqueda de los encuentros históricos en donde se fundan corrientes, se superen dicotomías y aparezcan síntesis dialógicas y conceptuales para traspasar lo antitético – que es por cierto enriquecedor- y encontrar ese espacio común donde confluyen las ideas y lo proyectos de esta Nación. A esta tarea nos sumergimos con una entrega total y una dedicación que esperamos ver sus frutos.

Juan Pablo Laporte, esperando la primavera argentina.

sábado, 11 de agosto de 2012

sábado, 23 de junio de 2012


La política del hombre masa


En unos de los trabajos teóricos más exhaustivos y brillantes al analizar los totalitarismos del Siglo XX una autora planteaba:
"El hombre masa, cuya principal característica [....] no es la brutalidad o el retraso mental sino el aislamiento y la falta de vínculos normales". Hannah Arent, Les Origines du totalitarisme. Le systéme totalitaire, 1951, Paría, Ed. du Seuil, 1972, p. 60-91 [Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza Ensayo, 2006].

Releyendo a Arent, se dispara conceptualmente el problema de la Argentina y sus vínculos con el mundo, por un lado, en razón de la problemática de la discontinuidad de sentirnos integrados en un bloque de países de occidente; y, por otra parte, la rareza de los gobiernos de establecer una construcción política desde el conflicto en vez de la armonización.
En referencia a la dimensión internacional de la Argentina, es incomprensible ver tanta falta de diagnóstico y prospectiva a la hora de construir una racional política exterior. ¿Desde cuándo la Argentina deja de ser parte de una tradición europea y latinoamericana para ubicarse con países con extraños vínculos políticos y comerciales?
¿Cómo no ver la oportunidad histórica de ser el proveedor de alimentos -en su fase agroindustrial- de un mundo que duplicará su consumo? Una vez alcanzada la fase de exportación con valor agregado, pensar en potenciar un nuevo paso hacia la ampliación industrial consolidada. Esto para no caer en la paradoja que demuestra la historia económica argentina: ningún modelo (sea
liberal exportador o sustitutivo nacional) ha generado el desarrollo con inclusión que prometían.
Creo que al sistema agro-exportador se le debe complementar - cada vez más - con una cadena de valor agregado y una consciente direccionalidad de su rentabilidad a una industrialización en la lógica del take off de la fase de la primera industrialización inglesa – tema que despertará inquietudes pero que considero es la única forma conocida del capitalismo de desarrollarse (si es que queremos, por cierto, mantenernos dentro de este sistema, que sería válido plantearse que no, o llegar por lo menos a bordear sus límites estructurales).
En relación a lo referente a la cuestión de la falta de “los vínculos normales” en una sociedad de masas en la argentina, me parece que la maduración de la clase dirigente – oficialista y opositora- no ha llegado aún a su punto exacto de mentalidad de elite política y social con conciencia de su responsabilidad histórica y separada de las otras elites que como corporaciones defienden intereses fuera de la voluntad popular roussoniana.
No existe un consenso, en los sectores del trípode del progreso- la política, la burguesía nacional y los intelectuales-, de articular y definir un modelo de desarrollo nacional y social de largo plazo sin el basculante y pendular sentido de cambio cada ocho o diez años.
Aparecen en el horizonte proyectos – que inspirados en el doble bicentenario- se acercan a un Pacto a la europea. Este modelo – quizás trillado en la terminología de la politología y la política- tiene el peligro de un desgaste en términos históricos: que la Argentina no pueda ser un país normal y sustentable donde exista la inversión y el trabajo dados por un desarrollo sano e integrador, donde el estado sea el articulador y el garante de la confianza puesta en la representación política y social.
La tarea está pendiente. Quizás las nuevas generaciones en término orteguistas y mamheinianos puedan tener – y llevar a cabo – el desafío de los tiempos.

Juan Pablo Laporte, en un sábado de esta existencia.